El proyecto se basa en una exploración visual y emocional que captura la dualidad entre la fluidez y la rigidez. El pez betta, conocido por sus movimientos suaves y sus colores intensos, sirve como el símbolo perfecto de esta narrativa que oscila entre el romance y la tragedia. El diseño autoral se manifiesta en piezas que evocan el dramatismo de sus aletas largas y fluidas, contrastando con líneas estructuradas que reflejan la naturaleza territorial y desafiante del pez. Las siluetas exploran lo etéreo y lo sólido, buscando un equilibrio entre lo delicado y lo poderoso.

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